lunes, 1 de febrero de 2010

DE CAUCETE A HAITÍ. DOS TERREMOTOS Y EL MISMO IMPERATIVO: LIBERACIÓN

En 2008, en Iceberg -el programa radial que producimos desde Cruz del Sur-, hablamos con el compañero Alejandro Lopez Acotto sobre Haití. Él conto que en Haití parecían concentrarse todos los males, todos los castigos, todos los abandonos, toda la pobreza.
Haití debería trascender para que la Humanidad se avergonzara.
Tras el terremoto del 12 de enero, una nota de su autoría en Pagina12 me llevó a pensar cuánto más grave sería ahora el cuadro que había pintado este argentina, viajero regular hacia la isla,
En 1977, un terremoto sacudió nuevamente a mi San Juan natal. Tuvo epicentro en Caucete, cerca del Cerro Pie de Palo. En Buenos Aires se percibió el movimiento. Por cuestiones de índole personal viajé al lugar, y tras 17 hs. de viaje en un Peugeot 404 bastante destartalado y veloz, llegamos al lugar.
Las antiguas casas de adobe estaban irreconocibles. Los techos de paja y barro, ahora a ras del suelo, hacían presumir que debajo de ellos, nunca hubo una mesa, una silla, una cama o una cuna. Lo poco que algunos habían logrado acumular en la vida, había desaparecido bajo la enramada, literalmente.
La mayoría de las construcciones anticíclicas quedó con grandes rajaduras, los tanques de agua de las bodegas semejaban latas de cervezas deformadas por una mano violenta. Tronó el cerro al alba y el oído ducho ordenó la huida a cielo abierto. Eso explica las pocas victimas fatales.
Me impresionó el deambular sin rumbo de muchos que, impactados por la experiencia, recorrían varias veces sus calles como zombies de mirada perdida. (Reconocí esos rostros vencidos y ese deambular en los reportes de los noticieros en Haití.)
Las replicas se sucedían. De pronto, se escuchaba el relinchar de los caballos, el aullido de los perros, el cacareo ensordecedor de las aves de corral, el ruido de las hojas -a las que no movía el viento- y el movimiento ondulante de la tierra, que obligaba instintivamente a clavar la vista en ella. Era la soledad más profunda que alguien pueda imaginar.
Al día siguiente Caucete fue militarizado. El lugar se lleno de uniformados. A aquellos con los que hablé, pidiendo máquinas removedoras y alimentos, los vi impotentes, sin instrucciones ni conocimiento acerca de las tareas de socorro que tenían que cumplir.
También llegó el dictador Jorge Rafael Videla con su comitiva. En medio de esa desolación y de la orfandad más profunda -donde conseguir un bidón de agua se volvía la razón de existir-, apareció Videla.
Subió a la tarima construida de apuro para la ocasión, y comenzó su arenga advirtiendo que nada debían esperar del Estado: ni casas, ni dádivas, porque la reconstrucción seria fruto del trabajo de los pobladores.
No lo escuché yo, me lo contaron unos vecinos. Sí supe que una réplica oportuna e intensa provocó el desbande del dictador, de su comitiva y del personal obligado a hacer de publico. Los pocos curiosos que había celebraron el verlos bajar de atropellada, experimentando el miedo que en ellos se había hecho carne.
Al fin, era más útil el coprovinciano que en silenciosa solidaridad venía a dejar ayuda y agua, que el presidente discurseador.
(No faltaron por supuesto los que desde otras localidades iban a dar una vueltita con el auto, como quien va pispear un fenómeno, pero sin comprometerse.) Recuerdo también que desde los camiones bajaban bolsitas con harina (no pan) y latitas de pate.
Cuando vi en la tele imágenes de Haití, recordé esa soledad profunda del hombre frente a la poderosa Naturaleza que ya había sentido en Caucete. Su infinita pequeñez ante el movimiento ondulante y devastador, y el temor a la aparición de la grieta debajo de los pies.
Colon descubrió en 1492 la enorme isla de las Antillas y la llamo La Española. Verdadero paraíso, habitado por unos trescientos mil originarios. Una tercera parte de esa gran isla es Haití. Pronto, los conquistadores establecieron limitaciones acusando a los nativos de perjudicar el comercio monopólico español; además, permitieron un libre corredor para filibusteros y corsarios franceses e ingleses, con los que acordaron la explotación del mercado de hombres y mujeres arrebatados del Africa subsahariana (de población negra), en lo que constituyó la aberrante trata de millones de personas para ser esclavizadas.
Recordemos que en España se discutía, por ese entonces, si los originarios tenían o no alma, si eran o no personas, y que en Inglaterra y Francia ni siquiera daban lugar a esas disquisiciones. Al fin, en 1697, España cedió Haití a Francia. No a la Francia culturosa, glamorosa for export, sino a la esclavista.
Haití fue el primer país de América que se independizó.Eso fue en1804. Francia lo obligó a pagar una indemnización de 150 millones de francos-oro, y se retiro después de haberse apropiado de gran parte de la madera de sus bosques. Una deforestación que luego continuaron los EE.UU. hasta lograr la tierra arrasada que es hoy.
En 1915 EE.UU invade el país por primera vez, y en 1957 logra imponer a Francois Duvalier -Papa Doc- a quien luego sucedió su hijo, tan hdp como el padre: Nene Doc. Los haitianos logran sacárselo de encima recién en 1986. En 1991 es elegido J. B. Aristide. a quien EE.UU saca del poder, hasta que en el 2004 se hacen cargo del gobierno la ONU y sus Cascos Azules.
Han sido 500 años de lucha y de saqueos. Por Haití pasaron los imperios y han dejado lo que vemos.
Algunos compañeros han sido muy críticos con la participación de la Argentina en el MINUSTAH (Misión de Estabilización de Naciones Unidas), con la instalación del utilísimo hospital, etc. Se preguntan por qué la Argentina tiene que cargar con los platos rotos que dejó el imperio yanqui en Haití al derrocar a Aristide. Porque hay que saber que el Imperio dejo un desastre humanitario: extinguió el Estado.
La Presidenta, con su visita a las tropas argentinas allí establecidas, y el envío urgentísimo de ayuda humanitaria siguió adelante, a pesar de las criticas. Argentina es solidaria con ese pueblo laborioso, siempre a merced de los poderosos.
Quizá, como peronista, la Presidenta tiene presente la decidida defensa de aquellos militantes que, refugiados en la embajada de Haití tras el golpe de estado del 55 y luego secuestrados por el general Quaranta, fueron rescatados de una muerte segura por el embajador Jean Bierre y su esposa, quienes exigieron la devolución de los refugiados al territorio soberano de la embajada haitiana.
Tal vez Cristina Fernández de Kirchner, como muchos de nosotros, esté pensando en otras formas más humanas, más solidarias de ayuda que las que plantean los poderosos. Por lo pronto, siento orgullo al saber que pudimos estar allí, en el momento más necesario, con la solidaridad a flor de piel.
Hoy Haití esta militarizada.
EE.UU. equipara los desastres naturales con ataques terroristas. En esto el Premio Nobel de la Paz razona como Bush.
Algunos cruceros bajan sus turistas para que vean el fenómeno. Clinton relojea sus inversiones en hoteles mil estrellas.
Los poderosos planean reconstrucciones que jamás concretarán, o retrasar los plazos de pagos de la deuda externa o condonar alguna pequeña parte de ella, mientras la gran prensa esconde el trabajo y la solidaridad del voluntariado de los países en vía de desarrollo de la región.
Estas líneas solo quieren traer memoria, comparaciones, reflexión.
Finalmente, debo consignar que en Caucete, entre el pueblo y el Estado se han hecho decenas de barrios populares, de construcción anticíclica.
¡Gloria al dignísimo pueblo haitiano!

Mirtha Muragua - Cruz del Sur

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