viernes, 26 de marzo de 2010

CRISTINA ES UN PELIGRO


Replicamos una excelente nota del psicoanalista Juan Carlos Volnovich aparecida hace unos días en Página 12. Nos conduce derechito a las fuentes del odio gorila hacia Cristina, para quien esto escribe el fenómeno más revulsivo y revolucionario de la historia nacional desde la irrupción de Perón hasta el presente. Cristina es un verdadero fenómeno político, una estadista potente, dúctil y preparada, que crece con cada acto de gobierno porque define en la práctica concreta, con claridad y coherencia, hacia dónde se dirige el país bajo su conducción. Y ellos, los conservadores, los retrógrados, los retardatarios, las fuerzas oscuras que constituyen el verdadero poder, entienden clarito el mensaje, mejor que muchos de nosotros, que estamos seguros de formar parte del campo nacional y popular. Por eso la detestan, le tiran con munición gruesa y empezaron a limarla desde el mismo momento que el Flaco Néstor le puso la banda presidencial y le dio el bastón de mando. Razones de una sinrazón revela Volnovih en este texto indispensable. Cristina es un peligro porque su presencia conmueve las bases de su poder. Y ellos lo saben.

LA PRESIDENTA SEXY

En el momento de jurar como Presidenta de los argentinos, Cristina anticipó que, seguramente, a ella le iba a resultar más trabajosa su función por el hecho de ser mujer. No pudo avizorar, entonces, hasta qué punto la presidencia iba a convertirse en una misión imposible. No sólo por su condición de mujer, No por victimizarse detrás de una identidad devaluada, sino por ser mujer a su manera.
Mujer sin atenuantes que ejerce sin atenuantes el Poder. Hay en eso algo más que una cuestión de estilo. “Mujer sexy en el máximo poder de la Nación” es un problema de estructura. Y tal pareciera ser que esa característica despierta un plus de odio. Se vuelve insoportable. De modo tal que esa ira visceral no se explica sólo como reacción a una política equivocada o respuesta indignada por la desilusión o la defraudación, no se agota en las razones.
Lo insoportable se funda en la evidencia de una mujer sexuada que ejerce el Poder sin disimulo: que no apela a los estereotipos maternales que pudieran dulcificar su gestión. En ella, ese amor hacia los hijos no se vuelve virtud pública. Cristina renuncia a una abnegación que bien pudiera aligerarla y, así, tomar distancia de un modelo Bachelet o de un modelo Ángela Merkel, tan protectoras, ellas; tan maternales, tan trajecito sastre, tan antídoto contra la lujuria. Lejos de instalarse en el camino de una reina madre, de una reina virgen, elude ese otro prejuicio patriarcal que supone a las mujeres tontas pero sabias para la intriga y, sobre todo, expertas en el usufructo vicario del poder masculino. No es una Isabelita, ni tampoco una Evita, gorrión del General, que vive sólo para él y por él y que, llegado el caso, renuncia a los honores pero no a su puesto de lucha.
Cristina no es una Hillary Clinton frustrada en el momento de dar el gran salto. Tampoco una Margaret Tatcher o una Golda Meier virilizadas por la función y administrando el poder de la misma manera que pudiera hacerlo un hombre.
Cristina es una mujer sexualmente atractiva, que tiene hijos y tiene marido. (No un príncipe consorte ni un padrino protector). Y, además, ejerce el Poder Supremo de la Nación y no elude, no seduce, no apela a las “malas artes” femeninas, no se refugia detrás de los varones poderosos y, para colmo, levanta el dedo como Lenin. Ella ejerce el Poder y nos hace saber en cada momento quién es la que manda mientras genera como respuesta ese interrogante airado de “¿Pero quién se cree que es?” Y no se trata de una creencia ni de un problema ontológico. Ella no es pero sabe muy bien que está en el ejercicio de la Presidencia de la Nación y… nos lo recuerda.
De modo tal que no son los enemigos los que cuentan. Después de todo ¿qué político no tiene enemigos, adversarios, contrincantes? Pero esa ira irracional que le hace perder la compostura a la gente “bien”, ese exceso de indignación, ese “no me la banco”, “no lo soporto”, “la detesto”, viene de otra parte. Ese plus de odio habita en aquellos que se sienten agraviados, testigos involuntarios de valores mancillados.
Son las consecuencias, inevitables, de una estructura patriarcal resentida en sus cimientos cuando una mujer sexy, no madre, no puta, no macho, nada tonta, se ubica en la punta de una pirámide jerárquica.-

Juan Carlos Volnovich (Psicoanalista)
Página|12 (LAS 12) 05/03/10


Entrada de: Osvaldo Tangir

1 comentario:

  1. Que grande Cristina! que siga siendo nuestro peligro!!
    vivaperoncarajo
    saludos cumpas

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