domingo, 14 de febrero de 2010

UN VERDADERO APORTE

Me llegó este excelente análisis del compañero Suárez. No puedo menos que compartirlo con los lectores del bloc. Que lo disfruten.

APORTES PARA EL PROYECTO NACIONAL Y SURAMERICANO


Pensar desde categorías propias, construir la identidad nacional y suramericana sumergiéndonos en nuestras propias experiencias históricas y fuentes culturales


Lic. Alberto Mario Suàrez

Los comienzos del siglo XXI encuentran a la Republica Argentina, recuperándose de la grave crisis política, social, económica, y básicamente cultural, que significó el fracaso de la aplicación de los postulados neoliberales conocidos como Consenso de Washington, cuando en la década de los 90 la mayor parte de la dirigencia local aceptó sin beneficio de inventario el discurso hegemónico de lo que se dio en llamar el pensamiento único.
En esta nueva etapa, un dato alentador es que Argentina, pese a las grandes dificultades y a su precaria situación en los comienzos del nuevo siglo, pudo poner en marcha un proceso político que, basado en la reindustrialización, en la ampliación de su mercado interno y en la inclusión social, abandona el dogma neoliberal, con el objeto de consolidar un proyecto nacional, en un marco continental suramericano.
Otro dato positivo es lo que está aconteciendo en América del Sur, dónde otros pueblos y otros gobiernos están trabajando con objetivos similares, ya que al igual que en nuestro país, sus sociedades sufrieron en carne propia los violentos resultados de políticas de ajuste y desarticulación nacional. Esta coincidencia histórica se expresa en nuestros días, en la ampliación del MERCOSUR y en el lanzamiento de la UNASUR, dos herramientas estratégicas de indudable significación económica y política.
Llegando ya al 2010, la etapa de los últimos siete años muestra altas tasas de crecimiento, mejor distribución del ingreso, menor desempleo y un grado mayor de cohesión social. Este incipiente proceso de bonanza (en relación con la etapa que culminó en la tragedia de diciembre de 2001) coincide con el alto grado de deslegitimación del establishment local y sus históricas propuestas liberales. Sin embargo, últimamente se observan algunos fenómenos coincidentes que intentan poner en tela de juicio los avances logrados.
En primer lugar, decididos los grandes rasgos de las políticas centrales que marcaron el rumbo en los primeros años del gobierno iniciado en 2003, el proceso comienza a demandar políticas y decisiones de mayor profundidad y alcance.
En segundo término, se observan las primeras reacciones de las franjas mas concentradas y tradicionales del establishment nacional, motivados, primero por el rechazo a la anunciada profundización del “modelo” y segundo, por la incipiente articulación de estos sectores con la creciente actividad de las élites económicas y mediáticas, dominantes en otros países de América del Sur, intentando desarticular y/o desestabilizar procesos similares o aún mas transformadores fogoneados continuamente desde el pais del norte. El bloqueo económico de cuatro meses organizado por poderosas instituciones agropecuarias, la resistencia a la estatización de las AFJP y a la modificación a la ley de medios son claros ejemplos. Por último, la crisis financiera en los Estados Unidos, devenida en global, económica y social, conforman un verdadero cóctel de acontecimientos que generan un marco de incertidumbre a la política y la economía mundiales, a la vez que pone en crisis todo el pensamiento dominante vigente durante el proceso llamado de globalización y sobre sus anunciados beneficios.
Se presenta así un escenario que ofrece a nuestro país y a nuestra Región, la oportunidad para avanzar en la reformulación, desde nuestros legítimos intereses y desde nuestra identidad, el postergado PROYECTO NACIONAL, al mismo tiempo que actualiza, la necesidad de profundizar la histórica construcción de la PATRIA GRANDE.
Parece claro que ha llegado el momento, para nuestras dirigencias, de abandonar el pragmatismo como herramienta exclusiva de construcción política, para dar paso, a la utilización creativa de la planificación y el pensamiento estratégico, es decir, la hora de debatir cual es el país que los argentinos queremos para los próximos 15, 20 o 50 años. Creemos que es necesario consolidar y fortalecer el compromiso con las futuras generaciones, para complementar la búsqueda del “resultadismo” para los procesos electorales.
Se propone poner en debate a las políticas que, a lo largo de nuestra historia, sintetizaron las diferentes visiones con que se diseñó el desarrollo nacional, y que a nuestro juicio su no resolución han sido y son fuertes restricciones para consolidar nuestro proyecto nacional. Presentamos aquí algunas de ellas.

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1. La herencia colonial. Crecer “hacia fuera” y de espaldas a nuestros pueblos.

Aunque los conquistadores no conocían la existencia de nuestro continente, pues buscaban un camino a las Indias de las especies y la seda descritas por Marco Polo, desde el mismo momento del descubrimiento quedó determinado el papel que le atribuyeron: proveedor de recursos naturales.
“---y aunque este hallazgo inesperado los hacia dueños de las rejiones del oro, su ambición no se encontraba satisfecha mientras no pusieran el pie en las que producían la especieria y la seda” Historia Argentina, por Luis L. Dominguez, Buenos Aires, Imprenta del Orden, 1862.
A partir de ese comienzo quedó sellado nuestro papel, ratificado a lo largo de nuestra historia por nuestras elites. Así, contrabandistas con el monopolio español, comerciantes con la dominación británica, luego de apropiarse de las mejores tierras de la pampa húmeda en las campañas contra el indio se beneficiaron con el modelo agro-exportador de la generación del 80, y con las sucesivas interrupciones de aquellos proyectos orientados hacia una diversificación productiva, a través de políticas de industrialización, los sectores dominantes de la sociedad argentina, han logrado mantener hasta estos momentos, en vísperas del Bicentenario, casi intacta esa orientación, organizando a nuestro país como proveedor de materias primas y alimentos, privilegiando el abastecimiento del mercado externo, política notoriamente funcional a sus intereses, en detrimento del mercado interno, que significa, sencillamente, abastecer de manera integral, las necesidades del conjunto de la sociedad argentina.
Ayer fue Inglaterra, hoy es China.
Lo mismo ocurre en nuestro continente sudamericano, en dónde, desde la época colonial, nuestros países hermanos han sufrido y todavía sufren las consecuencias del mismo patrón de acumulación: proveedores de materias primas, riquezas y recursos naturales para las sociedades más ricas y poderosas.
Así, desde épocas coloniales y a través del paso del tiempo, Argentina fue “granero del mundo”, Brasil productor de café, Chile de salitre y cobre, Bolivia de estaño, Perú de guano, Venezuela de petróleo, Ecuador de bananas, etc. Al mismo tiempo es importador de productos industriales, valor agregado y tecnología. Aún en el siglo XXI, las cosas no se han modificado sustancialmente: si tomamos en cuenta los principales productos de exportación, podemos apreciar, aceite y porotos de soja en Argentina; cobre y pasta de madera en Chile; combustibles minerales y frutas en Ecuador; mineral de hierro, petróleo y porotos de soja en Brasil; soja y aceite de soja en Paraguay; cobre y oro en Perú; gas y petróleo en Bolivia; carne y soja en Uruguay; petróleo en Venezuela; y petróleo y café en Colombia. De la misma forma, sus importaciones son vehículos, celulares, aviones (excepto Brasil), reactores nucleares, máquinas, vehículos, material de transporte, etc. Una relación comercial claramente desigual.
“…la República Argentina,….cuando tiene más de siete millones de habitante; …íntimas relaciones con los principales mercados a los cuales surte en gran escala de frutos y materias primas, en cambio de manufacturas que en ella tiene un mercado obligado y permanente;” Adolfo Saldías, “Historia de la Confederación Argentina”, cap. XLIX.
En toda Suramérica y en la Argentina ésta es hoy nuestra realidad vigente, y su resultado es que, a pesar que América del Sur es un continente de inmensas riquezas, con grandes reservas de agua dulce y biodiversidad de la tierra, enormes riquezas en recursos minerales, energéticos y agroalimentarios, actualmente ostenta el triste privilegio de ser el mas desigual e injusto del planeta, adónde las 2/3 partes de la población, viven en la pobreza y la marginación.
Por eso, ni los actuales avances de la teoría económica ni los últimos y vertiginosos desarrollos de la tecnología y de las comunicaciones pueden desmentir las caracterizaciones que de los modelos de desarrollo basados exclusivamente en la exportación de recursos naturales y agro-alimentos se estudiaron hace ya varias décadas:
“Trátase siempre de una actividad económica que descansa sobre la explotación de ciertos recursos naturales con que ha sido favorecida determinada nación. Como consecuencia se eleva sustancialmente el ingreso geográfico del país, pero esa elevación del ingreso adquiere una forma muy concentrada; beneficia principalmente al capital extranjero y sólo a algunas ramas de la actividad económica; el sector exportador, generador de masas importantes de ingresos muy concentrados, constituye por ello el único que dispone de los excedentes que, potencialmente, pueden utilizarse para la expansión de la capacidad productiva.
La considerable masa de ingresos que crean estos sectores exportadores puede apreciarse si se recuerda la magnitud de las exportaciones que países como Argentina, Uruguay, Brasil, Chile y otros han venido realizando durante prolongados períodos. Por otra parte esos ingresos constituyen una masa de recursos potenciales que, si se hubieran invertido en el desarrollo de otras actividades productivas, podría haber transformado considerablemente la faz de los mismos” “El subdesarrollo latinoamericano y la teoría del desarrollo” por Osvaldo Sunkel y Pedro Paz. Fondo de Cultura Económica, 1973.
Este texto fue escrito hace décadas y define algunas de las características del histórico modelo productivo exportador de nuestros países sudamericanos. Aun así, nos preguntamos: ¿podemos encontrar en esta definición alguna diferencia sustancial con las del modelo agro-exportador, basado en la producción de soja transgénica que proponen hoy ciertos sectores para la Argentina?
Es necesario poner en la mesa del debate nacional la conveniencia (o no) de romper con esa verdadera herencia cultural que no favorece para nada el desarrollo de nuestros pueblos que sufren, como lo define el economista ecuatoriano Alberto Acosta, “la maldición de la abundancia”.
Podríamos decir que estamos maniatados por una suerte de cepo cultural y un verdadero nudo de intereses. Liberarse de ese cepo y “desatar” ese nudo
significa dar vuelta la pagina inicial de nuestra historia: debemos iniciar un fuerte proceso de diversificación productiva, a partir de un agresivo proceso de industrialización de la Nación, organizando sectores que, apoyados en la investigación, profundicen la consolidación de un programa para la producción de conocimiento, la aplicación de tecnologías convenientes, generadoras de competitividad, valor agregado y demanda de empleo. Sectores productivos autónomos del sector
agropecuario, pues está demostrado que éste, por sí mismo, no garantiza la solidez de una economía para el desarrollo pleno de la Nación y el bienestar de los hoy 40 millones de argentinos. Se trata de avanzar hacia lo que el historiador Paul Kennedy llama la “economía de cuatro patas” (agricultura, manufactura de alta calidad, turismo y servicios).
“La manera en que un país, sus líderes y su gente respondan a los desafíos de hoy dependerá de cada uno, de su percepción y su determinación de tomar decisiones difíciles. Les convendría recordar a los cerdos de Orwell: para una economía nacional, tener cuatro (o más) pilares de base conforma un andamiaje mejor que apoyarse en dos patas, o peor aún, en una sola”, Paul Kennedy, “Es mejor la economìa de cuatro patas, Clarin, 15 de febrero de 2009.
La advertencia o consejo de Paul Kennedy no es un producto de los nuevos tiempos. En 1952, en el Segundo Plan Quinquenal de la Nación, se podía leer:
“El desarrollo dinámico de la economía nacional deberá realizarse mediante el equilibrio de la producción agropecuaria con la producción industrial.” Juan Peròn, La política económica del Gobierno y los alcances del Segundo Plan Quinquenal.
Porque…….
“El desarrollo de los países económicamente menos evolucionados debe lograrse por la industrialización progresiva y por el perfeccionamiento técnico de las tareas agropecuarias que los posibiliten alcanzar, mediante términos de intercambio equitativos, condiciones de menor vulnerabilidad ante la variabilidad de los factores externos”. Segundo Plan Quinquenal, Capitulo XVIII,G.6.b).
Sin embargo, no todos los sectores del país, comulgan con estos conceptos, y así podemos observar que, para éstos, la industrialización nacional no es un proyecto que la Argentina debiera proponerse porque ya tenemos un sector agroalimentario competitivo internacionalmente:
“En una economía mundialmente cada vez mas abierta, en la que la competencia es por naturaleza competencia internacional, no hay tiempo ni espacio suficiente para “inventar” ventajas competitivas. Sólo pueden existir ventajas competitivas dónde existen ventajas comparativas”. Carlos Menem, “Cinco prioridades nacionales para la pròxima decada”. Presidencia de la Nación, mayo de 1999.
“Inventar ventajas competitivas”. Eufemismo por políticas públicas que otorgan créditos, subsidios, promoción industrial, o establecen tipos de cambio diferenciales etc., con el objeto de promover la industrialización diversificando la matriz productiva de una nación.
Como puede apreciarse, más allá de la distancia temporal en que fueron escritos, los párrafos citados muestran las históricas dos visiones distintas, dos ideales diferentes sobre el destino nacional. Este debe ser hoy nuestro gran debate.

2. Crecer “hacia adentro” y de frente a nuestros pueblos. Mercado interno y mercado interno ampliado.

En países como la Argentina, dónde la economía es sostenida centralmente por la exportación de materias primas, los sectores que hegemonizan la actividad, justifican la especialización productiva, destacando dicha capacidad y la fortaleza en la generación de riquezas “para el país”. Sin embargo, hay un aspecto del que se habla menos, una suerte de cara oculta de la realidad y es que estas economías generan una regresiva distribución del ingreso.
Postulamos que el Proyecto Nacional, no puede, siguiendo a Paul Kennedy, apoyarse en una economía sostenida por sólo una o dos patas.
En la Argentina, hoy proponen que la economía nacional se sostenga centralmente en la producción de soja (una pata) y sus productos derivados agroindustriales (dos patas). Son ciertos sectores internos asociados a poderosas multinacionales. Significa un modelo de acumulación de la Argentina sostenido en la especialización agroalimentaria en base a la producción y exportación de soja transgénica (el nuevo maná de las pampas, según sus promotores) y su parcial industrialización (harinas o aceites). Esta es la versión siglo XXI del modelo agroexportador de la generación del 80`. Es volver al Primer Centenario en vísperas del Bicentenario.
Afirmamos que la principal variable para un modelo de acumulación del Proyecto Nacional, es, sin dudas, la organización de un poderoso mercado interno, que sólo se logra consolidando un profundo y permanente proceso de crecimiento de la demanda popular. Y aquí está el secreto de toda nuestra historia. Para que la demanda del pueblo crezca hace falta otro patrón distributivo, otra forma de distribuir la riqueza nacional, otra forma de repartir la torta y, como consecuencia, otro perfil productivo.
La historia económico-social de nuestro país nos cuenta que, cada vez que un proyecto político quiere redistribuir la riqueza, cuando cruza el umbral del 40% en la participación de los trabajadores en el ingreso nacional, comienza la resistencia de los poderosos en la Argentina. Recordemos los golpes militares de 1951 y
1955, el de 1976 y, (no hace falta ser muy perspicaz) ocurre por estos tiempos, con el hostigamiento al gobierno nacional por poderosas asociaciones patronales. Los tiempos y los lenguajes cambian, pero el fifty-fifty que anunció el General Perón sigue siendo la llave de la transformación nacional.
Hay también un elemento adicional para el debate. En la Argentina no hay proyecto nacional sin proyecto suramericano y viceversa. La República Argentina esta hoy sólidamente involucrada en el proyecto de integración Regional con los países de América del Sur. Por lo tanto, cuando hablamos de fortalecer y consolidar el mercado interno no nos podemos referir solamente al que esta dentro de nuestras propias fronteras sino a la articulación con el resto de las naciones que participan en el proceso de integración regional.
“El comercio exterior del pais en relación con las naciones latinoamericanas será realizado teniendo en cuenta la necesidad imperiosa de complementar mutuamente las economías nacionales sobre bases de estricta igualdad e independencia económica y política y con la finalidad de realizar en forma conjunta la defensa económica de la América Latina y promover su progreso material, necesario para el desarrollo de la economía social, base de la justicia social, que es la causa eficiente del bienestar de los pueblos” 2 Plan Quinquenal de la Nación, Capitulo XVIII, G.5.
Como lo anticipaba el Segundo Plan Quinquenal, hablamos del mercado ampliado del continente de América del Sur. La primera señal en esa dirección fue el intento de creación del ABC. (Argentina, Brasil y Chile), proyecto que impulsó el General Perón. El MERCOSUR, inicialmente lanzado en plena década neoliberal debe ser la continuación histórica de esta propuesta superadora.

III. La infraestructura para la consolidación del mercado interno ampliado.

Scalabrini Ortiz, enseñó que en la Argentina, Inglaterra diseño la red de ferrocarriles de manera tal que el trazado de las vías convergía sobre el puerto de Buenos Aires, para transportar nuestras cosechas y nuestras carnes al exterior. Esta estrategia del transporte no hacia sino confirmar nuestra inserción dependiente en el mercado internacional como país productor y exportador fundamentalmente de materias primas. Esta enseñanza es central y estratégica. Nos sirve para comprender que la inversión en infraestructura (carreteras, aeropuertos, hidrovías, ríos, etc.), no es neutra en términos de la identificación de un país en relación a su modelo productivo. Según observemos cómo ocupa el territorio la red de infraestructura, se puede definir el modelo productivo vigente. Por ejemplo, el trazado de los ferrocarriles hecho por los ingleses en el territorio argentino puede ser definido como funcional a una economía de una sola pata.
Ahora bien, si pueden definirse modelos de infraestructura funcionales para economías de una sola pata, es lícito preguntarse: ¿Cuál seria el modelo de infraestructura funcional a un modelo económico de cuatro patas? Si el modelo de los ferrocarriles ingleses convergía sobre un solo punto (el puerto), el modelo de infraestructura del Proyecto Nacional debe converger sobre todas las regiones del país, para unirlas, y proponer, acompañando el proyecto de integración continental, un proyecto que conecte a todo el continente.
En esta línea, Gabriel del Mazo, uno de los fundadores de FORJA, había impulsado la integración de las economías del continente sudamericano proponiendo estudiar la posible conexión de las Cuencas del Orinoco, del Amazonas y Del Plata.
Su propósito era integrar físicamente América del Sur, articular sus economías, sus mercados, comunicar a sus pueblos. Así, en su mensaje al Presidente de la Honorable Cámara de Diputados, manifestaba:
“….Se trata de habilitar una nueva gran vía para el tránsito de hombres y mercaderías, multiplicando los vínculos humanos y abriendo la perspectiva de nuevos centros de consumo y de transformación de materias primas. La idea tiene en cuenta la ingente riqueza continental inmóvil y la indiscutible importancia de la red de canales naturales sudamericanos”. Ing. Gabriel del Mazo, Proyecto de resolución presentado en la Honorable Cámara de Diputados.
Y continúa Gabriel del Mazo en su informe, refiriéndose en este caso a la V Convención de la Unión Sudamericana de Ingenieros, reunida en Montevideo en 1947:
“…declarando que la mayor vinculación espiritual y económica de las naciones sudamericanas, requiere el máximo desarrollo de los medios de comunicación de todo género: vial, ferroviario, fluvial, aéreo,…”
Y finaliza:
“Hay que articular la geografía continental con la vida de nuestros países, en forma de unidad consistente, objetivada tanto en las realizaciones materiales como en la conciencia de la hermandad que sus pueblos natural e históricamente constituyen.”
Como puede apreciarse, hace ya largo tiempo que la idea anda dando vueltas en las cabezas de nuestros pensadores en clave nacional y continental. Y esta vieja propuesta de complementar, articular nuestras economías regionales tanto a nivel
nacional como en el continente sudamericano, define además, no sólo que tipo de vias de comunicación y transporte son necesarias para cumplir ese objetivo, sino que territorios se van a unir a partir de su concreción. Basta un ejemplo: no es lo mismo pensar en carreteras o ferrocarriles que unan Argentina con Bolivia, Ecuador, Venezuela o Colombia que invertir en transporte para unir nuestras economías con los mercados asiáticos, dado que, como pudimos ver, nuestra relación comercial con dichos países es, hoy por hoy, la que históricamente conocimos, es decir proveedores de materias primas y compradores de productos industriales.
La construcción del Proyecto Nacional, no debería eludir, creemos, el debate sobre cual es el tipo de infraestructura funcional para integrar físicamente tanto a todas las regiones de nuestro país como también a la de nuestros países hermanos de Suramérica. En ese debate deberíamos ser capaces de distinguir cuales son los proyectos que se orientan únicamente hacia los mercados externos y cuales son los que se proponen la articulación de los distintos mercados regionales del pais y las economías de nuestro continente.
Actualmente, luego de la vigencia total del neoliberalismo en la dècada de los 90 puede apreciarse que, en general, los organismos internacionales, en su planes de financiamiento, parecen poner el énfasis en el desarrollo de alternativas de transporte y comunicación que priorizan para nuestros países la vinculación bioceánica, impulsados por la creciente integración de nuestras economías con los mercados asiáticos.
Es buena noticia poder conquistar mercados internacionales, siempre y cuando esta relación, al consolidarse, no termine por ratificar nuestro conocido papel como “granero del mundo”
Asi como el Proyecto Nacional debe lograr en lo productivo, un equilibrio entre la producción agropecuaria e industrial, en los proyectos de infraestructura debería avanzar en la misma línea, es decir buscar un equilibrio en la construcción de vías de comunicación e integración nacional, continental y de los mercados internacionales.
De no ser así, se puede correr el riesgo de que, en el futuro, un heredero del pensamiento de Scalabrini, enseñe a las generaciones de entonces, que otra vez, la Argentina y la Patria Grande volvieron a chocar con la misma piedra, esto es, reproducir la vieja y conocida historia de nuestros ferrocarriles: ser la cinta transportadora de nuestros recursos naturales a pueblos mas poderosos, postergando nuevamente nuestro desarrollo y dando otra vez la espalda a nuestros pueblos.

Entrada de: Turco Turquestán

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